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03 julio 2006

Perro y su Pedro

Por esas raras paradojas de la vida y lo incomprensible de los actos humanos, Pedro, tenía un perro. Sucede que Pedro y su perro salían a pasear frecuentemente por las zonas aledañas a Villa Ortúzar. El perro interpretaba la vuelta manzana como una suerte de baño perruno.
Pedro, que sabía bien lo que su perro hacía, nunca se agachó para juntar las sobras y dejar la calle en buen estado. Las raras paradojas y causalidades se presentan tarde o temprano, porque Pedro sabía esquivar muy bien los excrementos minados en la acera, pero un día perdió dicha habilidad.
Cada vez que salía a la calle pisaba por lo menos seis o siete veces un montoncito de mierda. Llegaba a su casa con las zapatillas completamente llenas de excremento. Hasta se puso bolsas en los pies para evitar ensuciarlas, pero no había caso, seguía llenándose de heces todo el tiempo. Es muy probable que algunos de esos restos fueran de su propio perro.
Cuando Pedro se hubo embadurnado de defecación, el olor y la pegajosidad, aun le parecían desagradables. Pero después de unos días y concluyendo casi imposible librarse de la suciedad y el olor, dejó ya de sentir el malestar propio de una situación como esta.
Saturado de mierda con olor tolerable por acostumbramiento, él y su perro siguieron paseando todos los días, a la misma hora por las calles de Villa Ortúzar.