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10 agosto 2006

Dimes y diretes

Me preguntaba si la inseguridad era una sensación o una realidad (como dice Crónica en la placa que acompaña la nota). Me preguntaba que se ganaba con que la gente sintiera inseguridad. Pensemos un minuto en las películas Hollywoodenses. En toda película de catástrofes, en donde es inminente un ataque terrorista o extraterrestre o gubernamental, se invoca la siguiente premisa: la gente no debe enterarse para que no cunda el pánico y la evacuación pueda ser más ordenada. Bueno, de seguro eso no pasa estos días en que estamos siendo constantemente bombardeados por alertas antiterroristas, o sin ir tan lejos, titulares y noticieros que nos generan incertidumbre, rechazo a salir a la calle después de ciertos horarios y a desconfiar del que está al lado nuestro, aquí mismo, sí, en Argentina.

La gente tiene miedo, está culturalmente condicionada para sentirlo. ¿Es tal el nivel de robos, asaltos y secuestros, como para tomar tantas precauciones como si estuviéramos en zona de guerra? Los índices del delito en nuestro país no son muy diferentes a los de los demás países, incluso son menores, si tenemos en cuenta, por ejemplo, que en Estados Unidos (lo más cercano al paraíso de la libertad para muchos) mueren más de 10 mil personas por año por causa de armas de fuego.

¿Por qué necesitan que la gente sienta miedo? Cuando uno tiene miedo, se paraliza, no cuestiona. Cuando muchos tenemos miedo, nos angustiamos, luego empezamos a odiar lo que nos genera el miedo y luego lo destruimos. El miedo trae sufrimiento, como dice Yoda.


Estaba en el Easy esperando ser atendido por la cajera y miraba las cintas trasportadoras de gente. Inmóviles, casi zombis, se desplazaban o los desplazaban a una velocidad irrisoria y sólo atinaban a respirar, un pelado, una señora, cientos de ellos. Sólo los niños siguen sin saber que es la inseguridad (agradezcamos eso). Me hizo acordar a esos juegos de los parques de diversiones donde los muñecos se mueven loopeados ad infinitum y uno los ve y se ríe. Pero es para llorar.

O la señora dispuesta a descender del colectivo, que cuando alguien se acerca a ella, (porque también quiere descender) lo mira de reojo con desconfianza como si fuera un delincuente, un “negrito” que parece amenazante.

La inseguridad se mete en la sangre, cambia costumbres, genera trabajo. Agencias de seguridad, policías, abogados, alarmas, blindajes, celulares, son tan sólo algunos de los rubros que se benefician con ella.

Es una cuestión económica y política. Mientras haya inseguridad veremos la vida a través de la televisión y nuestro vecino será el enemigo. Pero seguiremos comprando para calmar la ansiedad, para olvidar que hay inseguridad.