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23 agosto 2006

Alina Reyes, es la reina y...

Antes de entrar a la iglesia no pude evitar hacer la extensa fila completa de felices feligreses -la afluencia de público era francamente fastidiosa-. Al ingresar, cientos de personas arrodilladas en el piso de la iglesia miraban hacia arriba casi como rogando que el techo no se les cayera encima, por lo menos eso parecía por las rajaduras que pude observar desde mi posición.

A un costado, había algo que llamaba mi atención: una puerta plateada, como de ascensor, de esas que se abren hacia ambos lados, y cientos de lamparitas encendidas cual marquesina de teatro circundándola. Además, había luces de neón -fucsia y azul- zigzagueando sobre el borde de la puerta que la volvían aun más extravagante.


De pronto, la puerta se abrió. Una nube de humo blanco partió desde el interior y el tema We are the champions de Queen sonaba por los altoparlantes. La ovación era inminente. Nunca hubiera pensado que segundos después el Presidente Kirchner atravesaría esa puerta mientras los aplausos y los gritos eran ensordecedores.


El Presidente, vestido de una fina bata inglesa de terciopelo violeta y luciendo varias cadenas de oro en su cuello, levantó las manos bailando al son de la música y se dirigió al altar. Parecía estar compenetrado al máximo mientras predicaba aunque lo que decía eran sólo onomatopeyas ininteligibles.


Luego de un extenso discurso coronado por música y aplausos adulones, la gente formó fila en dirección al altar. No sabía bien que pasaba allá adelante hasta que me fui acercando y pude conversar con algunos de los adulones. Al parecer, la idea era plantearle al Presidente las propias inquietudes y él, como un gurú de la autoayuda, las resolvería mágicamente.


No tenía idea que iba a preguntarle pero cuando faltaban dos o tres personas para mi turno, noté que en cada una de mis manos había una llave dorada. Así que le pregunté acerca de las llaves:


- Complete usted mismo (deje un comentario con el diálogo).


El Presidente corrió alterado y atravesó la puerta principal de la iglesia. Confundido, me acerqué a la salida y lo vi subir a un helicóptero que lo esperaba afuera. El artefacto despegó y lentamente se perdió en el horizonte.