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30 diciembre 2006

Les deseo un muy infeliz 2007

Voy a tratar de establecer una nueva lógica, digamos una anti lógica. Es evidente que los deseos no se cumplen, eso está de más decirlo. He visto a miles de millones perdir por la paz, por más trabajo, por la felicidad y por otras tantas cosas que no sé si existen realmente. Así que visto y considerando estas circunstancias horribles y apocalípticas en las que vivimos, lejos de todo progreso verdadero y llenas de desigualdad e infelicidad, pido o deseo lo siguiente:

¡¡¡Más guerras, más infelicidad, más desempleo, más injusticia y que el 2007 sea el peor de todos los años que la humanidad haya vivido sobre la tierra!!!

(Si el que está a cargo de satisfacer los deseos siempre se empecina en eligir lo contrario de lo que pedimos, pidiendo lo contrario quizás se cumpla lo que todos realmente deseamos).

Abrazos para todos!

22 diciembre 2006

Acuario

¿Cómo iba a saberlo? No podía saberlo porque uno sólo lo sabe cuando ya sucedió.

Juan se detenía frecuentemente frente al acuario cuando su mamá lo llevaba al colegio. Era casi un rito, una ceremonia, paralizarse con los ojos fijos en el vacío (que quedaba exactamente en el mismo lugar que el acuario), mientras su madre le tiraba del brazo para que siguieran camino. Él, hipnotizado por el acuario, sólo concentrado en llegar alguna vez a conocerlo por dentro; caprichos de niños, y madres que no pueden cumplir sus sueños; a veces, para mejor. Lo cierto es que cuando terminaron las clases, Juan iba todas las tardes a la plaza que estaba justo frente al acuario y se quedaba ahí solito viendo como los otros niños (siempre los otros) salían felices después de sumergirse en los profundos secretos de los marsupiales, las mojarritas, los pulpos.

El día llegó (fatalmente quizás) en que Juan, repleto de ilusiones construidas en la plaza de enfrente, ingresó al acuario con su mamá (que consiguió el dinero trabajando horas extras). Juan cerró los ojos al cruzar la puerta y los abrió una vez que los delfines pasaban por su lado, casi como si estuviera nadando junto a ellos pero claro, en una burbuja de aire y vidrio que los unía sí, pero los separaba escandalosamente. Juan sintió el encierro, perdió el aire, y las luces se le borroneaban en el alma. La madre no lo percibió (ella iba feliz disfrutando lo que había pagado y que por un momento era suyo –la posesión momentánea de la felicidad, le dicen-). Al rato, Juan giró sobre su eje, vio un tiburón, una manta raya, una corvina, y la puerta de entrada; más lejos, el banquito de la plaza de enfrente. Supo casi instantáneamente que era allí realmente donde debía estar, imaginando que algún día conocería los misterios del acuario.

21 diciembre 2006

Lennon desclasificado